Santa Catalina. Vida, obra e iconografía
Una figura de gran importancia para la orden dominica fue Catalina de Siena, que dedicó su vida al cuidado de los enfermos y a quien se le atribuyen varios milagros. Esta relevancia motivó que se restaurara una escultura de ella que data del siglo XIX, entregada en comodato al Museo Histórico Dominico en 1998.
Catalina nació en Siena en 1347 y murió en 1380. A los siete años hizo voto de virginidad y a los dieciséis ingresó en la orden Tercera de Penitencia de Santo Domingo.
Inició sus experiencias místicas en la niñez y éstas continuaron durante toda su existencia. Se entregó a dios en 1366 y nueve años más tarde fue su estigmatización. Su santoral se celebra cada 30 abril.
Se le adjudica haber colaborado en la resolución de dos grandes conflictos eclesiásticos del siglo XIV, pues se dice que ella convenció al Papa Gregorio XI de abandonar Avignon y retornar a Roma, y también que reconcilió al Papa Urbano VI con los florentinos.
Se la representa en esculturas y pinturas con el hábito dominico, pero en la mayoría de los casos se muestra con las vestimentas que usaban las monjas de clausura, que se diferenciaban por el uso de un velo blanco. Los atributos presentes en esta escultura son:
- Corazón inflamado que alude al trueque del suyo por el de Jesús.
- Crucifijo por su estigmatización.
- Corona de espinas porque en una de sus visiones Jesús le habría dado a elegir dos coronas, una de oro y otra de espinas, siendo una para la vida y la otra para la eternidad.
Casi todos estos elementos están presentes en la escultura que posee el Museo Histórico Dominico.
Las imágenes de esta santa abundaron en América. La mayoría de los monasterios femeninos de la orden fueron dedicados a ella.
A través de pinturas se reprodujeron los episodios más destacados de su vida. Estas composiciones se basaron en los relatos de su confesor y discípulo Raimundo de Capua, y en la serie de láminas creadas por los artistas Felipe Galle y Juan Swelinck.
